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La rebelión de las recicladoras de base en Chile

Fecha de publicación en Latinclima
Región: Suramérica
Año de publicación:: 2023
La rebelión de las recicladoras de base en Chile
Fernando Alarcón
Soledad Mella preside la Asociación Nacional de Recicladores de Base en Chile, que reúne a 5000 miembros; ella es la encargada de la secretaría de comunicaciones de la Red Latinoamericana de Recicladores (Red LACRE), que representa a 18 países.
Uso con crédito de autor personal

Son un eslabón clave en el reciclaje domiciliario en Chile. La mayoría son mujeres, han dejado atrás el estereotipo de “cartoneras” y se han convertido en importantes figuras en la mitigación del cambio climático. En un mundo donde el reciclaje a gran escala se transforma en un negocio lucrativo, ellas dicen por qué no deben ser olvidadas.

La lluvia no se había detenido en horas. Semanas atrás, el caudal del río Mapocho, principal afluente en la ciudad de Santiago, se había transformado en una masa gruesa de basura domiciliaria; gigantes de lodo formados por cartones, plásticos, sillones, neumáticos y hasta electrodomésticos, como lavadoras y microondas, habían dado origen a verdaderos diques en distintos puntos de la ciudad, provocando la inundación de zonas específicas. 

Según la gobernación de la región metropolitana, la basura depositada en el río fue de 880 toneladas aproximadamente.

Cuando las imágenes de la descomunal y serpenteante trayectoria de escombros se viralizaba en las redes y las autoridades recordaban el problema de la basura que aqueja a la ciudad, Soledad Mella pensó en cuántas toneladas de todo aquello se podrían haber reutilizado. 

Mella se lamentó por la falta de conciencia ambiental. “La gente sigue con la lógica de consumir, botar y no darle un valor agregado (al residuo)”, dice. “Es no entender que contaminar un río es contaminar el agua que tú vas a consumir”.

Soledad es una de las 60.000 “recicladoras de base” que hay en Chile, como se conoce a quienes recolectan, separan y clasifican material reciclable domiciliario de la calle —vidrio, plástico, cartón, y papel— antes de que sea retirado por los camiones de basura, para revenderlos a precios bajos a empresas recuperadoras, intermediarios y centros de reciclaje. Su acción evita, en Chile y el mundo, que miles de toneladas de basura terminen en vertederos, sean incineradas o lanzadas sin conciencia a las aguas del mar o del río, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero.

Mella creció en Lo Hermida, en Peñalolén, una de las comunas más pobres de la región metropolitana, rescatando por necesidad desechos de todo tipo para darle nueva vida, muchos sacados de las bolsas negras de basura, lo que la llevó a tomar conciencia del importante impacto medioambiental que causaban. 

Se les llama “recicladores de base” porque es una forma de identificar “dónde nacimos y de dónde venimos”. “Primero vi –en esto del reciclaje-- una oportunidad de trabajo y de negocio, pero luego observé un terrible problema que teníamos como humanidad. Estos residuos iban a causar un daño irreparable al planeta”, agrega. “Pero nosotros nos inventamos esta forma de trabajar”.

Con 52 años, Soledad Mella es la presidenta de la Asociación Nacional de Recicladores de Base en Chile (ANARCH), la agrupación nacional más importante de ellos que reúne a 5.000 miembros. Constituida formalmente en 2019, está compuesta en su mayoría por personas sin educación profesional, muchas de ellas provenientes de los sectores marginales de la ciudad. 

El 60% de quienes integran ANARCH son mujeres, “por la libertad que te da de poder trabajar y cuidar a tus niños”, explica la dirigente. Y si bien, por tramo etario, la mayoría debería estar jubilada —sus edades usualmente oscilan entre los 50 y los 70 años—, es un trabajo que hacen con experiencia ancestral, ya que lo han heredado hasta por cuatro generaciones familiares. 

Según el primer registro nacional de recicladores de base, realizado en Chile en 2021, donde se encuestó a 1.284 de ellos, el 30% dijo que esta actividad la iniciaban por la dificultad para encontrar un trabajo formal y el 77% de quienes la realizan declaró ser jefe de hogar. 

“Son vidas llenas de mucho sufrimiento”, sostiene Mella. “Venimos de la pobreza absoluta, de la miseria, del sacrificio, del dolor”. 

Ella es también la encargada de la secretaría de comunicaciones de la Red Latinoamericana de Recicladores (Red LACRE), que representa a 18 países de América Latina y también integra la Alianza Global de Recicladores. 

Estos roles de visibilidad la han llevado a participar de encuentros en países como Brasil, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Argentina, Colombia, Francia y hasta Sudáfrica, donde ha conocido y ha hecho alianza con otras dirigentes como ella, que la han identificado como una lideresa en Latinoamérica. 

Solo el año pasado, Soledad habló en representación de las recicladoras del mundo para una sesión en la Asamblea de las Naciones Unidas, en Kenia, donde expuso por qué era importante que se reconociera el papel de los recicladores de base como parte de la solución a la contaminación por plásticos. 

“Hasta la fecha, por primera vez, estamos siendo visibilizadas. Antes, nadie reconocía nuestro oficio como tal, ni siquiera en términos medioambientales”, dice.

Para las decenas de miles de recicladoras de base chilenas, Mella es también la responsable de las conquistas más importantes del gremio en estos últimos tres años. Principalmente, porque es alguien que es como ellas, dice Luisa Jaque, la tesorera de la ANARCH, recicladora de base desde hace 22 años.

“Ella nos valora, valora a cada una de las recicladoras. Siempre nos está diciendo: ustedes pueden más, ustedes son capaces, no se agarren tanto de mis faldas porque ustedes también pueden’”.

Ser competitivos al lado de grandes sectores 

La disposición de los residuos domiciliarios en Latinoamérica es un problema que la Nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas se ha propuesto resolver. Para esto, mediante políticas y acciones urbanas sostenibles, se ha comprometido a promover la reducción, la reutilización y el reciclaje de desechos para que haya menos vertederos y que los residuos se conviertan en energía cuando no sea posible reciclarlos. +

En Chile, el problema de los residuos ha alcanzado cada vez mayor notoriedad. 

De acuerdo con data del Ministerio de Medio Ambiente, en este país se generan 20 millones de toneladas de residuos y, según el Reporte del Estado del Medio Ambiente 2021 de esta misma entidad, el 55,6% proviene de la actividad industrial mientras que el 40% es de origen municipal o domiciliario. De todo ese total, el 10% es reciclado y alrededor de un 60% por parte de los recicladores de base. 

Con un carrito, en un triciclo o al volante de un camión de pequeña dimensión, las recicladoras de base han habitado la ciudad por décadas, contribuyendo a la transición de una economía lineal a una circular. Pero solo en los últimos años han dejado el anonimato y han empezado a aparecer en el radar de las autoridades locales y nacionales por su papel en la cadena del reciclaje. 

“Antes éramos clandestinos. Éramos perseguidos y reprimidos por los carabineros. Se nos quitaban los triciclos. Se nos apresaba muchas veces porque hay un prejuicio contra nosotros, generalmente que somos ladrones, delincuentes, adictos, prostitutas”, dice Mella. 

El trabajo que siempre han ejercido es informal. Una recicladora de base usualmente coordina con comunidades específicas para retirar residuos domiciliarios y tiene su propia ruta y horario para hacerlo. Sin embargo, son muchos los obstáculos que enfrenta para hacer de ello una actividad sostenible. Según Mella, la venta de los residuos se hace en volúmenes industriales y se paga un precio excesivamente bajo. Las recolectoras de base, de hecho, no hablan en kilos sino en toneladas.

Por ejemplo, el valor del cartón se transa con los intermediarios en 15 pesos chilenos por kilo (US$0,018), lo que implica tener que recolectar 53 kilos para ganar un dólar americano. 

Pero cada vez más han surgido opciones para formalizar su trabajo. En los últimos años, algunos municipios y organismos privados empezaron a incorporarlas en sus filas y recientemente se implementó una legislación que les ha prometido más. 

Se trata de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que exige a fabricantes organizar y financiar la gestión de residuos como pilas, aceites lubricantes, artículos electrónicos, baterías, neumáticos, papeles, cartones, vidrio, latas y plástico, y hacerse cargo de este material hasta su desuso. Esta normativa es la primera legislación en el mundo que reconoce el rol histórico de las recicladoras por su labor de recolección y clasificación de residuos y las hace parte oficialmente del sistema formal de gestión de residuos a través de “mecanismos, instrumentos de capacitación, financiación y formalización”.

La ley señala que estas trabajadoras deben ser contratadas en, al menos, la mitad de los puntos de recepción y acopio de residuos en Chile, de manera que no solo se les pagará por el material sino por el servicio que siempre han dado.

Mayling Yuen, ingeniera ambiental de la Universidad de Santiago y directora de la Fundación Ciudad Posible, que ha trabajado por la visibilización de los recicladores de base en Chile, estuvo a cargo de su primer catastro nacional y asegura que “para muchas recicladoras, pensar que alguien les pague por su servicio, es como un sueño”. 

Para trabajar en los puntos de recepción y acopio de residuos, el Ministerio de Medio Ambiente está haciendo un llamado a las recicladoras de base para que se registren y certifiquen su trabajo, con el fin de poder pagarles salarios que superan el sueldo mínimo chileno —correspondiente a US$550 dólares—.

A la fecha, se han registrado 2000 recicladoras certificadas. Una de ellas es la mapuche Yessita Antinao, quien desde hace 20 años se dedica a la actividad; ella pasó de recuperar desechos en un vertedero en Temuco a cielo abierto, a administrar un “Punto Limpio”, en la comuna de Independencia donde hoy se recogen y almacenan residuos domésticos.

“Antes ni siquiera teníamos nombre, pero hoy somos recicladoras de base porque estamos certificadas”, dice orgullosa Antinao, cuyo Punto Limpio recicla 1300 toneladas de residuos al año. “Antes recogíamos sin saber cuánto material hacíamos al mes o al año, cuánto arbolitos salvábamos, qué estábamos mitigando con nuestro residuo y el retorno del material a la economía circular. Hoy sé que el número de material que reciclo es importante para llevar a cabo el cambio que la gente requiere”, añade.

La certificación evalúa su proceso de clasificación y el tratamiento manual previo de materiales reciclables bajo específicos parámetros de higiene y seguridad y en su diseño participó ANARCH. 

Con esta certificación técnica, Antinao ha podido acceder a las condiciones laborales de un funcionario público. 

Miriam Cabrera, otra recicladora de base, lleva 25 años dedicada al oficio y cuenta orgullosa: “queremos darnos a conocer con nuestra certificación. Siempre hemos querido tener nuestra camiseta, que diga que somos recicladoras de base porque no, no andamos robando”.

Además de la certificación, la ley REP exigió a los recicladores la creación de cooperativas a lo largo del país. Hoy suman 16 y reúnen a unos 100 recicladores en Chile. Quienes las integran, hoy pueden acceder a una figura jurídica, tener capacidad de comercializar y generar convenios directos con sistemas de gestión para formalizar su negocio por su cuenta. La tesorera de ANARCH, Luisa Jaque, espera que se constituyan 25 cooperativas hacia fin de año, ya que la congregación les permite, además, llegar a recolectar, en conjunto, cantidades de residuos mucho más rentables.

“Las recicladoras han comprendido también que no están solas”, dice Pamela Ríos, gerenta en Fundación Avina, organización latinoamericana que promueve la sustentabilidad a partir de procesos colaborativos y que en Chile ha impulsado las cooperativas de recicladores de base. 

“Las recicladoras se han ido encontrando unas con otras. El fortalecimiento de esta asociatividad también les da esta otra fortaleza para seguir adelante”, agrega.

A pesar de todo el avance, para Soledad Mella, la presidenta en ANARCH, quedan aún muchas cosas por hacer. 

Áreas de mejora

La gestión de los residuos en Chile no depende de un ente a nivel regional o provincial, sino que está en manos de los municipios. Según la Encuesta a municipios sobre Gestión de Residuos Sólidos Domiciliarios, publicada en 2019 por el Ministerio del Medio Ambiente, solo el 25% de ellos incluye a las recicladoras de base en sus programas de reciclaje. Entonces, depende de cada municipio contratarlas o no para sus procesos de gestión de residuos. 

Si bien la normativa actual les garantiza trabajo en puntos de recepción y acopio, sus labores son mayoritariamente de recolección de residuos domiciliarios en las calles, lo que hacen en movimiento y no en un lugar cerrado. “Nosotros somos ruteros y nadie nos paga por esto”, explica Mella. 

Cabe señalar que son muy pocos los municipios chilenos que hacen reciclaje domiciliario. Además, según la ANARCH, los cupos disponibles en los puntos de recepción y acopio son insuficientes y sólo pueden emplear al 1% de los recicladores de base que ellos han contabilizado en las comunas. 

Otro punto delicado es que la certificación no es exclusiva para recicladores de base, sino que está abierta para que cualquier ciudadano la obtenga y “debería haber sido solo para recicladores de base porque lo que viene a hacer es identificar y reconocer nuestro profesionalismo en la gestión de residuos. Pero ahora hay un negocio, muchos que se están certificando por tener un diploma más”, agrega la recicladora base Luisa Jaque.

Por todas estas razones, ANARCH convocó a dos marchas multitudinarias y encabezó dos encuentros nacionales entre adherentes en los últimos meses, donde trabajó en un petitorio que presentó en abril pasado al Congreso chileno, con el fin de solicitar “un proceso de transición justo y obligatorio que nos permita ser competitivos al lado de grandes sectores”, añade Mella. 

Si bien su capacidad organizativa ha vuelto más visibles a las recicladoras de base, el reciclaje es también un negocio lucrativo para las marcas y cada vez más se convierte en un negocio con un crecimiento exponencial. Esto, a medida que existe mayor conciencia ambiental en la sociedad, los consumidores buscan opciones más sostenibles y el mundo privado ve en la gestión de residuos una herramienta de marketing para ser más atractivo.  

“Pero no es el material lo que le importa a la empresa, lo que le importa es la trazabilidad, los números. Eso está siendo cotizado y por eso ahora todo el mundo quiere ser reciclador”, afirma Luisa Jaque. 

“Y si se privatiza todo, vamos tener que volver a salir la calle y reinventarnos, enfatiza Mella”. 

“Ese es el riesgo permanente en todo este proceso, que queden excluidos”, agrega la ingeniera ambiental Mayling Yuen. 

Es por ello que los recicladores unidos se sienten mucho más seguros en las cooperativas, lo que representa una gran esperanza para el gremio.

“Hoy queremos recursos, infraestructura y maquinaria para poder ser competitivos. Queremos tener camiones para hacer la logística (para el reciclaje domiciliario), porque el conocimiento y el recurso humano lo tenemos”, dice la dirigente.

Un estudio de Ciudad Posible, encabezado por Yuen, demostró que el reciclaje domiciliario era mucho más efectivo cuando hay un reciclador de base recolectando “puerta a puerta”, pues los vecinos reciclaban mucho más residuos cuando el procedimiento estaba encabezado por una persona de su comunidad. 

La recicladora Yessita Antinao de Independencia dice que cuando ella explica a los vecinos cómo reciclar, ellos la escuchan, “ponen atención y agradecen que esté para enseñarle”. 

Hoy en Fundación Avina está trabajando en la instalación de futuros centros de recepción y almacenamiento de residuos en distintas regiones de Chile, como Ñuble, Biobio y Araucanía, donde, por ley, se incluirá a los recicladores.

Por ello, están formando a los recicladores como monitores ambientales, con el fin de acercarse a colegios y a juntas de vecinos de la zona para enseñarles.

“Todavía estamos lejísimos de entender cómo separar los residuos en nuestras casas. No tenemos ni un 5% de segregación en los domicilios chilenos. Tenemos mucho que aprender y convertirlo en un hábito”, dice Ríos. “La mayoría tenemos nociones muy vagas del reciclaje, pero las recicladoras están transmitiendo su experiencia”, reconoce Ríos.

Yuen espera que el próximo año, con la ley ya más instalada, tener cuantificados casos de éxito medidos, demostrables y cuantificables en costo y en eficiencia, que les permitan a las recicladoras argumentar la importancia de su trabajo en términos económicos y sociales. “Lo más importante acá es que, como sociedad, no perdamos lo que ya existe, sino que podamos potenciarlo”, concluye la ingeniera ambiental.

Este artículo fue elaborado con apoyo de LatinClima, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Centro Científico Tropical (CCT) por medio de la iniciativa Historias que cuentan cambios. Fue publicado originalmente por El Mercurio el 21 de octubre de 2023 con el nombre de "Una recicladora chilena de talla mundial".

 

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