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Un millón de especies están amenazadas de extinción
La naturaleza está declinando a un ritmo sin precedentes. Se calcula que, a nivel global, un millón de especies de flora y fauna están amenazadas de extinción.
Debido a las actividades del ser humano, se han extinto 680 especies de vertebrados desde el año 1500 y, desde 1970, la tendencia al declive ronda el 40% en las especies terrestres, 84% en las de agua dulce y 35% en las marinas. En promedio, el 25% de las especies de vertebrados en el mundo están a punto de desaparecer.
Debido al deterioro y pérdida de hábitat, mayormente a causa del ser humano, se ha reducido su integridad en 30%. Esa relación entre extensión del hábitat y número de especies sugiere que unas 500.000 no cuentan con suficiente entorno para sobrevivir a largo plazo, lo cual les condena a la extinción.
Así lo dio a conocer hoy la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) en su Informe de Evaluación Mundial sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas.
Para elaborar este informe, se recurrió a 145 expertos de 50 países que fungieron como autores y a otras 310 personas que se desempeñaron como colaboradores para sistematizar la evidencia científica que da cuenta de los cambios sufridos por los ecosistemas y la biodiversidad en los últimos 50 años, así como aportar un panorama comprensivo de la relación entre las tendencias de desarrollo económico y los impactos en la naturaleza.
“La trama de la vida, a escala global, se está deteriorando y muy rápido. Una cosa que el informe documenta bien es que todos los aspectos de nuestra vida están en íntima dependencia con el resto del mundo vivo, aun cuando no nos demos cuenta y vivamos en el piso 60 de la ciudad capital. Todo está entretejido con la naturaleza, desde la comida que ponemos en el plato hasta la continuidad de nuestra identidad cultural”, destacó Sandra Díaz, científica argentina que fungió como co-presidenta del informe.
Asimismo, Díaz agregó: “ese deterioro a escala global también significa un deterioro masivo de las posibilidades que tenemos de una vida digna y satisfactoria en el presente, pero fundamentalmente en la próximas décadas”.
¿Qué estamos perdiendo?
La abundancia media de especies nativas -en la mayoría de los hábitats terrestres- ha disminuido en, al menos, 20%. Más del 40% de los anfibios, casi el 33% de los corales formadores de arrecifes, más del 30% de los mamíferos marinos y el 10% de los insectos están amenazados.
En cuanto a ecosistemas, el 75% del medio terrestre y cerca del 66% del medio marino han sido alterados significativamente por acción del ser humano. El 85% del área dedicada a humedales ya se perdió.
Anualmente, entre 300 y 400 millones de toneladas de metales pesados, disolventes, lodos tóxicos y otros residuos de las instalaciones industriales se vierten en las aguas, mientras que los fertilizantes que se descargan en los ecosistemas costeros han generado más de 400 zonas muertas en los océanos del orbe.
La contaminación por plásticos se ha incrementado desde 1980, afectando al menos a 267 especies en el mundo, entre ellas al 86% de las tortugas marinas, 44% de las aves marinas y 43% de los mamíferos marinos.
No solo se pierde una especie o ecosistema, como personas estamos suprimiéndonos de los servicios ambientales que proveen en cuanto alimento, energía, medicinas, recursos genéticos y variedad de materiales. Por ejemplo: 4.000 millones de personas dependen de medicamentos naturales para la atención de su salud y cerca del 70% de los medicamentos utilizados para el cáncer son naturales o productos sintéticos inspirados en la naturaleza.
Además, por medio de sus procesos ecológicos y evolutivos, la naturaleza mantiene la calidad del aire, el agua y el suelo, distribuye el recurso hídrico, regula el clima y protege frente a desastres como tormentas; también brinda servicios de polinización y control de plagas.
De hecho, más del 75% de los tipos de cultivos en el mundo -como frutas y vegetales, así como otros comerciales como café, cacao y almendras- dependen de la polinización realizada por animales. Sin embargo, aproximadamente US $577.000 millones en cultivos mundiales anuales están en riesgo debido a la pérdida de polinizadores y la degradación de la tierra ha reducido la productividad agrícola en el 23% de la superficie terrestre.
Para 2016, más del 9% de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se habrían extinguido y al menos 1.000 razas más son propensas a desaparecer.
Entre 100 y 300 millones de personas corren un mayor riesgo de sufrir inundaciones y huracanes debido a la pérdida de los hábitats costeros que los protegían. Asimismo, en el 2015, el 33% de las poblaciones de peces marinos se capturaban a niveles insostenibles.
“Los ecosistemas, las especies, las poblaciones silvestres, las variedades locales y las razas de plantas y animales domésticos se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La esencial e interconectada red de la vida se está haciendo más pequeña y cada vez más deshilachada”, manifestó Josef Settele, también co-presidente del informe junto a Díaz y Eduardo S. Brondízio.
“Esta pérdida es un resultado directo de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el mismo bienestar humano en todas las regiones del mundo”, sentenció Settele.
Desigualdad en los beneficios y también en los costos ambientales
Según IPBES, cinco son los precursores de esta pérdida de biodiversidad a gran escala. En orden descendente, esta problemática se le atribuye a los cambios en el uso de la tierra y el mar, la explotación directa de organismos, el cambio climático, la contaminación y las especies invasoras.
A esto se suma que en los últimos 50 años -debido a una mayor interconexión en términos de información, consumo y comercio- se ha propiciado una distribución desigual de los costos y beneficios del uso de la biodiversidad.
Para ilustrar, el informe de IPBES brinda un ejemplo: aunque la producción de alimentos es actualmente suficiente para satisfacer las necesidades mundiales, aproximadamente el 11% de la población global está desnutrida y las enfermedades relacionadas con la dieta -desde desnutrición hasta obesidad- provocan el 20% de las muertes prematuras.
“La gran expansión en la producción de alimentos, fibras y bioenergía se ha producido a costa de muchas otras contribuciones de la naturaleza a la calidad de vida, incluida la calidad del aire y el agua, la regulación del clima y la provisión de hábitat”, se lee en el informe.
“Lo que hemos visto es que el consumo se produce en algunas partes, pero la producción de los bienes que sustentan ese consumo no ocurre en el mismo lugar. Paradójicamente eso hace que el incremento en el consumo y la calidad de vida en algunos lugares del planeta tienen, como daño colateral, el decrecimiento en la calidad ambiental y social en otros lugares. Muchos sitios de la Tierra están sufriendo basto deterioro ambiental con tal de alimentar el consumo de otros”, destacó Díaz.
“América Latina es claro ejemplo de esto. Básicamente nosotros estamos asumiendo los costos ambientales y sociales de lo que son modelos de producción orientados a abastecer -lo más barato posible- a grandes mercados cuyos actores no están percibiendo en lo cotidiano los verdaderos costos de ese consumo”, continuó la científica argentina, quien participó en una teleconferencia organizada por Periodistas por el Planeta, a la cual tuvo acceso LatinClima.
Precisamente esos ecosistemas que pagan con daño ambiental el consumo de otros, se encuentran en territorios donde habitan indígenas y comunidades pobres. “Los pueblos indígenas no solo manejan grandes extensiones de superficie sino también la mayor parte de las superficies más diversas en el planeta”, dijo Díaz.
“Debido a su fuerte dependencia de la naturaleza y sus contribuciones a la subsistencia, los medios de subsistencia y la salud, esas comunidades se verán afectadas de manera desproporcionada por esos cambios negativos”, se lee en el informe de IPBES.
Asimismo y según la científica argentina y co-presidenta, el deterioro de los ecosistemas y la biodiversidad es particularmente acelerado en el sur global, en las zonas tropicales y subtropicales debido al cambio en el uso del suelo y el desfase entre producción y consumo. “El informe es particularmente alarmante para nuestros trópicos y las zonas megadiversas de nuestro continente (América Latina), porque es donde se están dando los mayores cambios en el uso de la tierra, también es donde se concentra la mayor biodiversidad y las mayores extensiones de ecosistemas medianamente intactos en el planeta”, manifestó Díaz.
“Si seguimos con las mismas tendencias de consumo, tecnología, crecimiento poblacional… se exacerbarán esas diferencias entre regiones en los próximos 30 años”, concluyó.