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‘El ejército’ detrás de las murallas verdes

Fecha de publicación en Latinclima: Martes, Febrero 23, 2016
País: Colombia
Año de publicación: 2016
Samuel López
la mayor afectación que sufre el manglar hoy es por las condiciones extremas producto de las alteraciones del clima.

A pesar de que los manglares de San Antero, Córdoba, son considerados los más conservados de Colombia y segundos de Latinoamérica, también se han visto afectados por el cambio climático.

Con aproximadamente nueve metros de altura y plantadas entre sedimentos, estas fortificaciones naturales son el lugar de resguardo de millones de vidas y entre sus largas ramas descansan cientos de habitantes. Sus extensos caminos, como si fuesen esas avenidas de las grandes ciudades, le abren paso a miles de migrantes que año tras año las eligen para tomar fuerzas antes de continuar la travesía: delfines, aves migratorias, tortugas, monos y crustáceos sobreviven gracias a esas murallas naturales llamadas manglares, que hoy en el municipio de San Antero, Córdoba, son ejemplo nacional de conservación.

San Antero, ubicado en el caribe colombiano (a 195 km de Cartagena de Indias) cuenta con los manglares mejor conservados del país y los segundos en Latinoamérica, según  quedó registrado en el evento sobre áreas marinas protegidas organizado en 2015 por la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS) en Santa Marta. La extensión de estos bosques es de aproximadamente 11.513 hectáreas (ha).

La guardiana de las murallas

Botas pantaneras,  un sombrero vueltiao y un bastón son las herramientas que Ignacia de la Rosa utiliza para ir a trabajar todos los días. Una mujer de carácter fuerte a la que le gustan las cosas claras es la presidente del grupo conservacionista “Los Mangleros”.  Esta ‘coronel’ guía y orienta día a día  a unas 400  personas que pertenecen a la asociación que se dedica a proteger y a aprovechar estas murallas verdes.

Todo empezó en 1938 cuando el río Sinú cambió su desembocadura  a causa de canales, las continuas crecidas del río y otros factores que contribuyeron a que el dique natural del río se reventara justamente por un meandro muy cercano al litoral y depositara la mayor parte del agua por ahí, consolidando una nueva desembocadura. En la Bahía de Cispatá,  el mar invadió el espacio que ocupaba el río, acabando con las cosechas y con el sustento de los campesinos. La región se empobreció y no hubo más trabajo.

Buscando una solución, las personas dedicadas a la extracción de mangle y carbón alquilaron a los hacendados tierras cerca de los humedales para expandir las zonas de mangle y lograr un sustento, pero en  1976 el Gobierno Nacional intervino para prohibir la explotación. Fue entonces cuando Ignacia de la Rosa tomó la vocería del gremio de mangleros.

Entonces esta guardiana  de la naturaleza, buscando soluciones, llegó a un acuerdo con la CVS, el Ministerio de Ambiente y el entonces Inderena (hoy desaparecido) y decidió empoderarse de las enramadas costeras; convocó a ese ejército de más de 400 familias de la región y formó la Asociación de Mangleros con la que recuperó, con la construcción de nuevos canales, 200 hectáreas afectadas por la salinización.

Ignacia cuenta que lo más difícil de los años de trabajo han sido las discusiones con los mismos compañeros. Asegura que “la gente tiene una cosa y es que si tú quieres hacer algo bueno para la comunidad y si no les muestras plata no miran más allá del hoy. Cuando ven que el resultado es bueno, ahí sí dicen: ¡fuimos todos! pero cuando el resultado es malo es culpa es del líder; entonces esas son las veces que uno quiere tirar la toalla”. Sin embargo, ella persiste.

Uso sostenible

La ‘coronel’ tiene 5 hijos, 3 de ellos graduados de la universidad y 2 que se dedican a la artesanía. Orgullosa y sonriente, sentada en una pequeña oficina tapizada con reconocimientos y distinciones (entre ellos, el premio Mujer Cafam, 2002, una mención que destaca el trabajo en las comunidades de las mujeres colombianas), Ignacia  cuenta que sacó a su familia adelante con la extracción de madera producto del uso sostenible del manglar.

En el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de San Antero se  especifican las zonas del manglar que no se deben tocar porque son de pobre regeneración y las que se regeneran naturalmente y se usan para extraer madera. ‘Los mangleros’ fueron  capacitados al respecto y así están logrando aprovechar sosteniblemente el recurso.

 “Hay personas que no saben de ciencia, pero conocen el diámetro y la altura de un árbol empíricamente, entonces así pueden aprovechar el mangle adecuadamente. Quien no esté preparado ve muchos árboles y dice: “esa zona es buena porque hay muchos árboles, pero no se da cuenta de que la regeneración puede ser muy pobre”, asegura Ignacia.

Ella explica que el mangle se regenera naturalmente gracias a que los árboles que portan semillas se encuentran en las orillas de las ciénagas y de los ríos, lo cual permite que estas se vayan por las corrientes a otros lugares.

Pero lo que hay hoy en esta zona también es producto del trabajo del hombre. ‘Los Mangleros’ ayudan en la conservación recolectando semillas en botellas plásticas que rellenan de arena y afrecho de arroz y luego trasplantan al bosque. 

“¡Todos dicen que los manglares están conservados! Pero nadie sabe en realidad por qué son los más conservados del país. No solo es la naturaleza, ¡la  mano de los mangleros también  ha hecho que estén en esas condiciones!”,  exclama Ignacia.

Manglar y cambio climático

Estas murallas, sin embargo, no están libres de amenazas, en especial debido a un gigante: el cambio climático. De hecho, Ignacia asegura que la mayor afectación que sufren estos árboles hoy es por las condiciones extremas producto de las alteraciones del clima. Por ejemplo, las extensas sequías detienen el crecimiento de los bosques.

 También el mar de leva hace mucho daño en la costa porque se lleva el sedimento, del que se agarran las raíces. Eso provoca la muerte del mangle y la erosión costera.

Si estos bosques desaparecieran, se desestabilizaría la línea de costa y se disiparía la posibilidad para frenar el impacto de las tormentas; además, los pequeños peces perderían esa gran enramada que les sirve de ‘guardería’.  Sumado a ello, se perdería el filtro que retiene nutrientes, sedimentos y salinidad.

De modo que ese ejército aguerrido de ‘los mangleros’ sabe que tiene una misión muy importante: conservar la muralla para protegerse del hambre y de la sal, entre tantas otras cosas.  Ignacia también lo sabe y por eso asegura que mientras esté con vida, seguirá siendo la lideresa que defienda eso que ama. Y lo que ama es el manglar.

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Otro ejército se levanta

En San Antero Córdoba no solo los mangleros desarrollan labores amigables con el ambiente. Desde 2003, un colectivo  de dieciocho hombres, pertenecientes a una organización llamada “Asocaimán”, pasaron de cazadores ilegales de cocodrilos a conservacionistas por excelencia de esta especie que está en vía de extinción: el Caimán Aguja o Crocodylus Acutus. Algunos de los integrantes de Asocaimán pertenecen también a ‘Los mangleros’.

Esta iniciativa, liderada por los biólogos Giovanni Ulloa Delgado y Clara Lucía Sierra Díaz, pretende generar recursos económicos para la comunidad por medio de la preservación de esta especie.

El proyecto es coordinado por  la Corporación Autónoma  Regional de los Valles  del Sinú San Jorge (CVS) y ha recibido  el acompañamiento del Ministerio del Medio Ambiente y del Ministerio de Educación Nacional,  el Instituto Alexander Von Humboldt, Fonade, las Fundaciones Omacha y Natura y  algunas empresas.

El proceso empezó entre la CVS y un pequeño grupo de antiguos cazadores quienes decidieron apostarle a la preservación para “devolverle a la naturaleza lo que le habían quitado”, afirma Nelson Rosales, presidente de Asocaimán. Ahora son reconocidos a nivel internacional por su labor.

Asocaimán ha recibido diferentes reconocimientos en Colombia, como el 1er Puesto Premio a la Protección del Medio Ambiente - Especies amenazadas 2014 y el premio a la "Conservación de la Biodiversidad Gloria Valencia de Castaño”. También, el Crocodile Specialit Group escogió el proyecto  como el mejor trabajo en 2005, entre otras distinciones.

 

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